EL7 Música Libre – Lo Nuevo de Renato Paone

El nuevo disco de Renato Paone es una librería de música de libre utilización con reconocimiento de todos los créditos.

60 temas para escoger y utilizar en cine, televisión, teatro, danza, radio y en todo lo que quiera – DALE CLICK Y DISFRUTA

PURO AMOR – Estreno

DONO ARANGO con RENATO PAONE y Los Estorbantes

LANZAMIENTO OFICIAL – Mayo 14/2020

 PURO AMOR, Dono Arango Ofic con RENATO PAONE y Los Estorbantes.
Escúchala, disfruta el videoclip y compártela, para llenar el mundo de PURO AMOR.
Seis meses de producción entre Bello, Colombia; Barcelona, España y Salt Lake City, Usa, once músicos y la participación en el video de amigos de 14 países nos permite compartir con todos hoy nuestro PURO AMOR.
Letra y música: Renato Paone
Voz: Dono Arango
Producción: Jair Benitez – Renato Paone

TRÓPICO ANDINO

El nuevo disco de Renato Paone

El disco busca la conexión de la raíz Colombiana del  trópico andino con nuestra mente, busca generar  estados de relajación, tranquilidad, descanso y meditación a través de los sonidos, ritmos e instrumentos propios de la cultura colombiana. Tiple, requinto de tiple, guitarra, Flautas caucanas, gaitas de cardón e instrumentos de Percusión se internan en elaboraciones basadas en ritmos como la guabina, la danza, el Porro, el carnavalito y la rumba carranguera.

Da click aquí y conoce TRÓPICO ANDINO

Los tres bondadosos sacerdotes de Persia (cuento)

LOS TRES BONDADOSOS SACERDOTES DE PERSIA

Había sido, sin lugar a dudas, un ataque perfecto; la impenetrable oscuridad de la noche fue nuestra mejor aliada, la ropa negra siempre le funciona a un bandido, nadie sospechó nunca que los tres inmensos barriles de vino obsequiados tan gentilmente por el rey de Alejandría, eran nuestro escondite; fue una larga espera pero valió la pena.

 

Hassan, quien dirigió el ataque, tenía un pequeño agujero en su barril por el cual observó la caída de la noche y la extinción de las últimas luces del palacio; él fue quien decidió el momento exacto de la salida y del ataque.

 

Cruzar los pasillos del palacio de Persépolis, fue realmente sencillo, hasta hubo tiempo para degustar una que otra golosina en el comedor real, escoger las armas que usaríamos y decidir qué joyas llevar con nosotros, estábamos en lo de las joyas cuando se complicó un poco la situación al ser escuchados por un guardia que descaradamente entró en la habitación que saqueábamos, nuestra primera reacción fue sin duda escondernos, pero luego de algunos incómodos segundos, decidimos cortar su cabeza de un solo tajo para que ni siquiera alcanzara a gritar, ¡albricias¡, las espadas recientemente hurtadas resultaron excelentes. Continuamos nuestra labor empacando en grandes sacos todo lo que nos pudiera servir:  La  Mirra de sumo valor por sus propiedades aromáticas y utilidad en el embalsamamiento nos serviría de mucho, así que decidimos llevar con nosotros toda la que encontráramos. Recordamos luego que según nuestros estudios previos al ataque, el último sitio en visitar sería la alcoba Real, debido a lo delicado de la acción, entonces, nos dirigimos al templo, allí había mucho que llevar pero nos decidimos por lo menos vistoso pero de mayor valor, por su aroma, escogimos y cargamos casi todo el incienso que pudimos, sin excesos porque aún faltaba una visita…

 

La noche transcurría lentamente a nuestro favor, regalándonos los minutos necesarios para ubicar estratégicamente nuestro botín de manera que nos facilitara la huida; tal como estaba planeado, éste, fue ubicado cerca de la puerta de los establos reales ya que tendríamos, inevitablemente, que tomar prestados algunos dromedarios del Rey.

 

Una vez realizada esta dispendiosa tarea nos dirigimos a la alcoba del Rey, no sin antes escoger muy bien y con calma las armas a utilizar y pedirle a nuestro Dios de la sabiduría, Ahuramazda, que nos guiara.

 

Acercarnos a ella fue realmente fácil, pero allí, parados en la puerta, estaban dos guardias a los que desafortunadamente les quedaban muy pocos segundos de vida, adentro se sentía los jadeos del placer real, Rey y Reina disfrutando en la intimidad con entera tranquilidad, seguridad y confianza en su inviolable escolta.

 

Fue un ataque perfecto, decapitar a los guardias fue más fácil de lo que imaginábamos, no hubo forcejeos ni ninguna resistencia ante tal sorpresa. Penetrar en la alcoba real fue casi gracioso; el Rey no sabía escoger entre intentar sacar el puñal enterrado en su pecho o tapar su aterrado sexo, la Reina ahogó su grito de espanto cuando Hassan, quien dirigió el ataque se lanzó sobre ella en una violación tan lasciva que casi no nos dejaba concentrar en saquear la alcoba antes de nuestro turno, nos causaba ansiedad pensar en violar una reina, ya que ésto no es cosa de todos los días, y mas aún cuando cansados de robar y violar paganas y esclavas, habíamos decidido dar nuestro último golpe para gozar de un buen retiro, tres buenos amigos, tres buenos socios.

 

Nunca supimos si el rey murió ahogado en su propia sangre cuando cortamos su lengua o murió de impotencia al ver a su reina violada por tres magníficos ejemplares de una raza tan odiada por él. Nunca supimos si la reina murió al ser penetrada por plebeyos  o murió al partir su cuello contra una de las paredes de la alcoba Real, victima de tantos y mundanos movimientos.

 

Nos teníamos que apurar, faltaba poco para el relevo de los guardias así que empacamos grandes cantidades de oro en polvo y para resumir, algunos baúles que encontramos fáciles de llevar, algo valioso debían tener adentro.

 

La noche siempre estuvo de nuestro lado, nos obsequio el tiempo necesario para acomodar sobre los dromedarios nuestro bien ganado botín y para huir por donde durante tanto tiempo lo habíamos planeado.

 

No sé cuantas horas cabalgamos sobre la fresca arena del desierto y bajo las estrellas, en línea recta, sin parar, antes de que las primeras luces del día nos saludaran amablemente, no se cuantas horas, solo se que fueron las suficientes para alejarnos del palacio de Persépolis, suficientes para que los suaves vientos del amanecer borraran nuestras huellas en la arena.

 

Justo cuando el último lucero se despidió de nosotros y los primeros rayos del sol nos alumbraron, sonaron las trompetas de guerra del palacio. Ese fue el momento que hubiéramos querido disfrutar estando allí presentes observando el  rostro de los guardias al descubrir el saqueo y al ver a sus reyes derrotados tan fácilmente. Quisimos haber traído al Rey con nosotros para dejarlo abandonado en el desierto pero fuimos bondadosos.

 

Luego escuchamos el lamento de las trompetas anunciando la muerte del Rey y nos imaginamos al príncipe, ahora Rey, mandando en tono altanero a buscar por toda Persia y por los reinos fronterizos a los asesinos de sus padres para hacer justicia.

 

Debíamos estar a unas seis horas de ventaja sobre los guardias, suponiendo que supieran hacia que dirección  dirigirse. Continuamos nuestro camino una cuantas horas mas, fue cuando a Hassan director del ataque, se le ocurrió que debíamos cambiar nuestras ropas de ataque por unas que nos brindaran una mejor imagen, mas noble quizás. Buscamos entonces en los baúles que habíamos tomado de la alcoba real y encontramos hermosas coronas y vistosos y elegantes trajes los cuales vestimos inmediatamente y continuamos nuestro camino hasta llegar a una pequeña aldea en la cual nos hicimos pasar por mercaderes orientales y así nos deshicimos a precio de oferta del resto de la fina y delicada ropa real, al igual que de un sinfín de objetos valiosos; dejamos para nosotros lo que nos sirviera realmente para nuestra huída: algunos trajes, tres coronas, la mirra, el incienso y el oro en polvo.

 

Al caer la noche llego a la aldea la noticia del asesinato de los reyes y de la exhaustiva y minuciosa búsqueda que se hacía de sus autores, no nombraban ningún momento el saqueo, esto nos disgustó un poco pero nos ayudó a no levantar sospechas.

 

Esa misma noche salimos del poblado. La oscuridad era absoluta, solo las estrella nos acompañaban, en especial, un lucero hermoso y grande, tan grande como nunca habíamos visto algunos parecía querer decir algo y lo tomamos como un buen augurio.  Acampamos, contamos nuestro dinero, reímos por la perfección de nuestro ataque y planeamos el siguiente paso. Seguiríamos en línea recta, nos haríamos pasar ya no por mercaderes sino por sabios sacerdotes de Zoroastro, nuestro querido profeta. Había que cruzar Palestina para asentarnos más al occidente, a orillas del Mar Mediterráneo.

 

A la madrugada continuamos nuestro camino, la presencia de los soldados reales nos inquietaba y alarmaba, rezábamos para que no fueran a requisar nuestros aparejos y para que no reconocieran las marcas de los dromedarios reales. Por fortuna, la que nunca nos había abandonado, nos encontramos con un beduino y sus camellos y con él logramos cambiar nuestros dromedarios por cuatro imponentes camellos y siguiendo el plan original, cruzamos la frontera de nuestra querida Persia para nunca más volver.

 

Por desgracia el crimen de los Reyes había sacudido a toda Persia y sus alrededores, así lo supimos cuando la guardia romana, apostada en Palestina, nos preguntó si habíamos notado algo sospechoso en el camino y a manera de broma nos sugirió usar nuestros poderes para encontrar a los asesinos ya que se ofrecía una gran suma de dinero a quien los entregara, allí tampoco nadie hablaba del robo sino del asesinato. Al caer la noche y contemplando aquel bello lucero, comprendimos la necesidad de esconder nuestro valioso botín por un tiempo.

 

En esa etapa de la huida nos encontrábamos en Judá cerca de una pequeña aldea llamada Belén, pequeña pero con mucho movimiento de personas; ideal para nuestro propósito. Repasamos nuestros papeles de sabios sacerdotes y poderosos magos y nos dirigimos a Belén con nuestros trajes y coronas bien acomodadas.

 

Cuando llegamos vimos gente que entraba y salía jubilosa y con rostros de felicidad de un pequeño pero acogedor establo en donde había un recién nacido; al entrar nos impresiono la forma de vida de aquella familia: es muy poco usual vivir en un establo, aún así, todos se veía felices, el padre, la madre y los vecinos. Fuimos recibidos con gran respeto y admiración por parte de todos, nos presentamos con nuestros falsos nombres; Hassan se llamó Gaspar, Ciro fue Melchor y yo, Omán me llamé Baltazar, nombres comunes para magos y sacerdotes. Las atenciones fueron excelentes, tal como lo habíamos imaginado. Pasamos la noche entera con esta familia, aprovechamos para dejar el tesoro muy bien ubicado dentro de la pequeña vivienda establo en donde se vería como un descuido de los sacerdotes que había que guardan para cuando volvieran a recogerlo. La familia inspiraba tranquilidad y confianza; eran en verdad una bella y joven familia.

 

Nos despedimos a la mañana siguiente con la promesa de volver pronto y seguimos nuestro camino tranquilos de no traer nuestro tesoro con nosotros ya que aquellas tierras de Palestina estaban plagadas de ladrones y zelotas. El Incienso, la Mirra y el Oro que habíamos escondido hubieran bastado para que algún ejército de estos bandidos sobreviviera por unos cuantos años. Por esta razón cargamos con nosotros cantidades mínimas para negociar por el camino y permitir nuestro establecimiento a orillas las del Mediterráneo.

 

Todo salió según lo planeado, nuestra llegada a orillas del Mar fue extrañamente tranquila, extraña para nosotros, delincuentes profesionales acostumbrado a huir a todo momento, el enorme lucero que habíamos visto días antes, nos acompañó durante todas las noches del viaje.

 

Comerciamos con el oro, el incienso, la mirra y una que otra joya que habíamos dejado, y con el dinero que ganamos pudimos comprar una gran casa y hasta nos alcanzó para comprar cabras, esclavos y un barco.

 

Luego de disfrutar por unos meses de un merecido descanso, había llegado el momento de volver por nuestro gran tesoro, el tan añorado tesoro que haría de nosotros unos poderosos mercaderes de la Grecia; ya habíamos decidido como lo dividiríamos y habíamos adelantado contactos con famosos comerciantes griegos para multiplicar nuestro botín. Gozábamos de gran popularidad dentro de los habitantes de la región; “Gaspar”, Hassan era un gran orador, “Melchor”, Ciro, era un gran artesano y yo “Baltazar”, Omán, me dedicaba a la navegación siendo muy amigo de los jóvenes de la aldea. Nuestros nombres quedaron cambiados para siempre por obvias razones de seguridad.

 

Emprendimos nuestro camino seguro de haber esperado el momento preciso para que los guardias reales en toda la región hubieran comprendido su fracaso en la búsqueda de los asesinos. Con tranquilidad y regocijo llegamos a Belén, por fin recuperaríamos lo que con tanto esfuerzo habíamos ganado, lo que era nuestro, nuestro futuro. Nos dirigimos a la casa establo de aquella humilde familia, pero para sorpresa nuestra ya no estaban allí; preguntamos en todos lados por ellos y comprendimos nuestro fatal error y la desgraciada verdad; aquella familia no vivía allí, nadie sabía de donde habían venido, estaban esa noche allí para un tal censo y porque la mujer no había encontrado un mejor sitio para parir su hijo, y la razón de tanta alegría de los falsos vecinos era que aquella  criatura era, supuestamente, un enviado de dios. Los vecinos del establo nos contaron que una vez partimos nosotros, ellos abrieron los “regalos” que les habíamos dejado y celebraron con gran júbilo el envió por parte de dios de estos tres Reyes Magos que con su infinita bondad y humildad habían obsequiado al pequeño tan valiosos presentes. Al cabo de unos días en ese apestoso establo, aquellos truhanes habían regresado a su ciudad de origen llevando consigo al pequeño supuesto mesías y nuestro anhelado tesoro, y sobre nosotros, ahora mirados con un profundo respeto, había nacido una bella pero falsa historia sobre nuestra supuesta infinita bondad.

Renato Paone 1864

LOS TRES BONDADOSOS REYES VENIDOS DE PERSIA…

RENATO PAONE Y LOS ESTORBANTES

  • La propuesta musical de RENATO PAONE Y LOS ESTORBANTES se basa en la música Andina colombiana con Tendencias a la Carranga y en encuentros con diferentes músicas de la misma Colombia y del mundo entero. La base de Rumba y Merengue Carranguero sirve para traer a escena bambucos, pasillos, Funk, Parranda, vals, chamame y muchas mas expresiones musicales de toda América.
    • La agrupación está conformada por Requinto Carranguero, Tiple, Bajo, Guacharaca, cuatro voces, dos trombones, batería y saxo midi.